Sophia – Psicología Femenina

Es un espacio de conocimiento y reflexión, en el cual buscamos contactar con La Sabiduría Femenina a través del contacto con las diversas imágenes arquetípicas de lo femenino.

SOPHIA es en este sentido, la máxima representación femenina de la sabiduría, correspondiente a la imagen de Dios.

El surgimiento del monoteísmo, de la sociedad patriarcal y la expansión del cristianismo en occidente extirparon poco a poco el culto a la Diosa Madre, en cuanto una fuerza subterránea y telúrica (Gran Madre) o principio de Sabiduría coeterno y prexistente a la creación, ya presente en el Antiguo Testamento o Libros Apócrifos: “Ella (Sophia) conoce todos los secretos de Dios y elige lo que él hace” (Sabiduría de Salomón, 8:4). El culto a la Diosa Madre fue condenado y se estableció el concepto de un único dios masculino y todopoderoso. Sin embargo, SOPHIA, sobrevivió como un símbolo de la Sabiduría, asociada al conocimiento y desligado de su aspecto material (Gran Madre).

“Esta naturaleza femenina no pudo ser extirpada del todo y continúa todavía aferrándose, por lo menos, al símbolo del Espíritu Santo”

“La Iglesia ha reprimido por completo la naturaleza femenina del Espíritu Santo, hacia la que apunta todavía la paloma simbólica”

(Jung, OC. 11)

El Dr. Carl Gustav Jung, creador de la Psicología Analítica, anunció en sus escritos sobre “Psicología y Religión” que el símbolo de la Trinidad, no estaría completo hasta la inclusión de una Cuaternidad, en la cual necesariamente debía participar el principio de lo femenino.

“La interpretación gnóstica en la que el Espíritu Santo es concebido como una madre esconde un trasfondo de verdad, ya que la Virgen fue el instrumento del nacimiento de Dios y se vio de este modo implicada como ser humano en el drama trinitario. En consecuencia, la figura de la madre de Dios, puede hacer las veces de símbolo de la esencial participación de la humanidad en la trinidad.”

(Jung, OC. 11)

De este modo es preciso recuperar una imagen complementaria de ambos principios (Femenino y Masculino) en la cultura, en cuanto formas simbólicas de representar los opuestos que constituyen el fundamento de toda realidad (Mysterium coniunctionis). La representación cultural y transpersonal de las imágenes arquetípicas de Dios y Sophia, según Jung, encuentran su correlación en la propia psique personal, a través de los complejos del Ánima y Animus. No es la mujer lo que está sometido e invisibilizado en la sociedad patriarcal, sino lo femenino, esto corresponde tanto a lo femenino en la mujer (más allá de los roles atribuidos por el patriarcado: virgen, esposa, madre), como a la propia feminidad en la psique masculina (Ánima). Al respecto comenta Jung:

“Es obvio que esta visión versa sobre Dios Padre y su Hijo, y sobre la Madre de Dios. El palacio es el cielo, donde mora “Dios Padre”, y donde mora también la “Madre de Dios”. En términos paganos serían, inequívocamente, el Dios y la Diosa, como muestra el absoluto paralelismo. El hermafroditismo del sustrato último de la divinidad conforma uno de los rasgos por los que se caracterizan las experiencias místicas. En el tantrismo indio, del Brahman sin cualidades surgen el Siva masculino y la Sakti femenina. La idea de que el hombre es el hijo del Padre y la Madre celestiales es una idea antiquísima que se remonta a los tiempos primitivos”

(Jung, OC. 11)

“Mediante las observaciones meditativas de las admirables obras de Dios surge el verdadero conocimiento y en los ojos espirituales de los que filosofan; no menos evidente será la luz para los (ojos) carnales. A estos ojos se les hace patente lo oculto. Sin embargo, aquel Satán griego sembró en el campo filosófico de la sabiduría verdadera el césped, Rasis y ese tipo de hombres que son enemigos de la luz de Dios y de (la luz) de la naturaleza que tergiversa toda la sabiduría física desde aquel tiempo, ya que transformaron el nombre de sophia en philosophia”.

(Jung, OC. 13)

Ya se había descrito la imagen de la Sophia maternal, de la sabiduría, de cuyos pechos maman los filii sapientaie, los filósofos. De esta manera la sabiduría de SOPHIA no corresponde a un plano del pensamiento desligado de la vida y basado en la discriminación propia del logos, sino a una conexión estética basada con la vida, que busca la integración de todos los principios: Materia-Espíritu, Consciente-Inconsciente, Masculino-Femenino, Pensamiento-Sentimiento, etc.

El rescate de la imagen de la Diosa es fundamental para contribuir a una revaloración del principio femenino, y por ende del Eros y lo Matriarcal, frente al predominio del principio masculino en la cultura Patriarcal, dirigida por el Logos. La sabiduría de SOPHIA posee una naturaleza diferente, complementaria y más profunda a la del LOGOS, por lo que fue oculta durante años en el mundo subterráneo.

“La diosa aparece aquí sin duda en un nivel superior correspondiendo a los antiguos epítetos de docta (docta), sublime (sublimis), “maestra de las cosas humanas y divinas”

(Carl Gustav Jung. OC. 13)

En la edad media la Santa Hidegarda de Bingen (1098-1779) en su libro “Scivias” (“Conoce los caminos”), describió una serie de visiones donde anuncia la revelación de SOPHIA, la sabiduría de DIOS, una mujer con alas y rostro rojo y que constituye el principio universal correspondiente de lo femenino. La doctrina sin embargo dio un lugar menos relevante, y por ende amenazante a lo femenino, ubicándola en el rol de la virgen, madre de Dios.

“Ninguna formulación religiosa posterior ha sido tan inteligente y tranquilizadora como la Diosa; y ningún dios varón, por muy Dios Padre que se haya erigido, ha tenido ni tendrá jamás la capacidad de integración y de evocación mítica de la Diosa”

“por eso, aun en religiones patriarcales, lo femenino ha perdurado agazapado bajo diversos personajes divinizados, como es el caso de la virgen católica”, un pálido reflejo de la antigua Sophia, oculta bajo varias capas, cuyos símbolos son los mismos que identificaron a la gran Diosa paleolítica y neolítica. “No en vano, Dios, su concepto, nació mujer”.

(Pepe Rodríguez. Dios nació mujer, 2000)

SOPHIA corresponde en este sentido a la representación femenina del Sí-Mismo, Arquetipo central, que incluye la totalidad de los opuestos, y por ende, involucra a todos los demás aspectos de lo femenino: la niña, la doncella, la esposa, la madre, la guerrera, la bruja, la prostituta, la anciana, la sabia, etc. Al ser símbolo de la totalidad, incluye también en sí el principio de lo masculino, del Animus, de este modo corresponde a la imagen de la Mujer Completa, que posee tanto un lado luminoso como oscuro.

SOPHIA es también el principio espiritual femenino (El Alma), liberado de su materia ctónica GRAN MADRE a través del proceso alquímico (Proceso de Individuación). Por ello el principio de SOPHIA no es exclusivo de las mujeres, pues hace referencia a la apertura del Alma hacia la comprensión intuitiva del misterio del Ser, que penetra todo lo existente, y constituye la esencia y origen de todas las cosas.

La pérdida de SOPHIA en el mundo contemporáneo significa la pérdida de la profundidad, en términos de Jung: “La desconexión del Espíritu de la Profundidad” y “el Olvido de la propia Alma”, con el sometimiento del principio femenino por “el Espíritu de la Época” y el dominio del principio masculino.

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